jueves, 3 de enero de 2013

Sona

Sona no conserva ningún recuerdo de sus verdaderos padres. Recién nacida, la encontraron abandonada a las puertas de un hogar de adopción jonio, acurrucada sobre un antiguo instrumento dentro de un exquisito estuche de origen desconocido. Su comportamiento era extrañamente sosegado, siempre tranquila y contenta. Sus cuidadores estaban seguros de que no tardaría en encontrar un hogar, pero pronto se dieron cuenta de que lo que ellos habían considerado un genio poco común era en realidad una incapacidad para hablar o producir cualquier tipo de sonido. Sona permaneció en el hogar de adopción hasta su adolescencia, viendo en silencio y con resignación cómo los posibles padres adoptivos pasaban de largo. Durante este tiempo, los cuidadores vendían su inusual instrumento a ávidos coleccionistas con la esperanza de generar en ella confianza, pero por todo tipo de extrañas e inexplicables razones siempre acababan devolviéndolo, o simplemente volvía a aparecer dentro de la casa.

Cuando una adinerada demaciana llamada Lestara Buvelle se enteró de la existencia del instrumento, se embarcó inmediatamente hacia Jonia. Cuando los cuidadores se lo enseñaron, se levantó sin mediar palabra y comenzó a explorar la casa hasta detenerse frente a la habitación de Sona. Sin un atisbo de duda, Lestara la adoptó y dejó un generoso donativo por el instrumento. Gracias a su tutela, Sona descubrió un profundo vínculo con el instrumento que Lestara llamaba “etwahl”. En sus manos, tocaba notas que petrificaban o estremecían los corazones de quienes la rodeaban. Al cabo de unos meses, ya era noticia con su misterioso etwahl ante un público abarrotado. Tocaba como si estuviera punteando los corazones, manipulando las emociones de sus oyentes, y todo ello sin una sola nota escrita. En secreto, descubrió una aplicación potente y mortífera de su etwahl, usando sus vibraciones para rebanar objetos desde la distancia. Perfeccionó esta disciplina en privado, llegando a dominar su don. Cuando se sintió preparada, se dirigió al único lugar que podría resultar idóneo para sus recitales: la Liga de Leyendas.


“Su melodía emociona el alma, su silencio desgarra el cuerpo”.
-- Jericho Swain, tras asistir a su concierto








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