Las tierras del sur de la Gran Barrera, arrasadas tiempo atrás por las Guerras Rúnicas, sufren el castigo de las caóticas tormentas mágicas, de modo que las leyes de la naturaleza pierden casi toda su capacidad de gobierno. Si bien en este territorio devastado lo habitual es ver plantas y animales de la más extraña condición, hay pocos seres tan únicos en su especie como Rammus. Aunque nadie sabe con certeza por qué un armadillo del Desierto de Shurima atravesó la Selva de Kumungu para adentrarse en las Selvas de la Peste, Rammus realizó este viaje. Allí, entre las retorcidas enredaderas y la omnipresente materia en descomposición, encontró algo inusual: un laberinto de saludables setos de hoja perenne que se perdían en el horizonte. Cuando exploraba el laberinto, vio algo en el centro que le llamó la atención: una luz, una especie de presencia. Según se iba acercando, la luz se intensificó de súbito, cegándolo y dejándolo inconsciente.
Al despertarse, se dio cuenta de que se encontraba en un mundo nuevo. El laberinto había desaparecido y por primera vez fue consciente de lo ordinaria que había sido su existencia hasta ese momento. Al verse en un aprieto, Rammus cayó presa del pánico. Empezó a temblar y, en ese mismo instante, percibió cómo la tierra se agitaba cada vez con mayor intensidad, hasta que logró serenarse. Cuando pasó el terremoto, Rammus se levantó y dejó las Selvas de la Peste en busca de otros como él. Esta búsqueda lo llevó por los territorios del sur de la Gran Barrera, pero allá por donde pasaba, era un ser único. Las vicisitudes de esta experiencia lo inspiraron para forjar una armadura con la que se ganaría el sobrenombre de ''armadurillo''. El periplo de Rammus lo llevó por último al único lugar donde un armadillo inteligente no provoca tanta expectación: la Liga de Leyendas.
“He visto muchas cosas, pero esto... esto es extraordinario''.
-- Ezreal, el explorador pródigo, al conocer a Rammus.
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