jueves, 3 de enero de 2013

Olaf

En un continente inexplorado, situado al margen de los dominios de Valoran, un conquistador llamado Olaf nació de un milenario linaje de soldados excepcionales. Los berserkers, como se hacen llamar, son guerreros que canalizan la rabia de sus entrañas para desatar su ira, pura y salvaje, sobre sus enemigos. Esta temible belicosidad se debía a la severidad de su hogar, Lokfar, una yerma tundra donde todas las criaturas deben pelear con fiereza por cualquier recurso. Olaf perteneció a un clan de marineros conocido por los crueles saqueos que llevaban a cabo en todas aquellas aldeas a las que llegaban sus lanchas, cuyo mascarón de proa tenía forma de dragón. La última vez que vio su gélido hogar, fue al embarcarse en una expedición para explorar y saquear una lejana tierra de la que solo hablaban las leyendas. Sin embargo, durante el viaje se formó una violenta tempestad que terminó por lanzar a Olaf y su tripulación a las aguas de un mar picado e inclemente.

Con su barco naufragado y la tripulación desaparecida, Olaf llegó de milagro a las orillas de una tierra que distaba incontables millas de las aguas ''familiares''; se encontraba en Valoran, al sur de Demacia. Esta tierra desconocida confundió y asustó al berserker, pues en Lokfar no había magos tan poderosos. Olaf se acercó a ellos con la esperanza de que pudieran hacerle volver con los suyos. Pronto llegaron a un acuerdo. Olaf les prestaría su formidable destreza como guerrero para ayudarlos en las extrañas guerras de Valoran como miembro de la Liga de Leyendas; a cambio, los hechiceros buscarían la manera de enviarlo de vuelta a su tierra. Pese a su ingreso en la Liga, Olaf nunca llegó a confiar del todo en los engañabobos que dirigían la Academia de la Guerra. Algunos detalles sobre su vida y su hogar se los guarda para él. Después de todo, si reúnen la suficiente información, podrían encontrar a los lokfarianos y someterlos, del mismo modo que habían llegado a dominar todo Valoran, y así esclavizarlos a todos, discreta e inconscientemente.


Temed el grito de guerra del berserker. Quien se os echa encima es implacable, ajeno a los grilletes de la razón.







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